La era contemporánea se ha caracterizado por guerras de poder, tanto en el ámbito nacional como internacional, aspectos que marchan a la par de una economía de mercado donde la pobreza y el deterioro ambiental se vuelven una constante. Asimismo, el individuo se sumerge en el tema de la productividad, volviéndose más individualista y fortaleciendo su intolerancia, crisis de valores, pérdida de sentido de vida, conformismo, desgano y desesperanza.